sábado, 3 de diciembre de 2011

Mitos

El origen de la lluvia
Cuenta la leyenda que en tiempos antiguos, la región yaqui vivió una intensa sequía. Los ojos de agua se secaron, las rocas se carbonizaron y el suelo ardía debido a la escasez del tan preciado líquido. Los ocho pueblos sufrían de una insaciable sed.
Los líderes principales de los ocho pueblos, muy sedientos entonces, decidieron intentar comunicarse con Yuku, el dios de la lluvia. El noble gorrión, capaz de surcar los inmensos cielos con su incesante aleteo, fue el primer elegido para llevar el mensaje a Yuku, ante a presencia del cual exclamó:
– He venido en nombre de los ocho pueblos a perdite el favor de tu lluvia –
A lo cual el dios respondió:
– Con gusto. Vete sin preocupación y dile a tus jefes que muy pronto habrá lluvia –
Aunque el gorrión descendió a la velocidad de una centella, poco antes de llegar al pueblo el mundo se llenó de nubes y comenzaron los rayos; fue así que el veloz huracán alcanzó al avecilla y el agua por lo tanto nunca llegó a la tierra yaqui.
Ante el fracazo del gorrion el pueblo yaqui ordenó ahora a la golondrina llevar a cabo la misión. La golondrina voló hacia el dios de la lluvia, suplicándole de parte de sus jefes que enviara un poco de agua porque el pueblo moría de sed. Yuku le respondió de muy buen humor: – Vé sin preocupación con tus jefes y ten la seguridad que tras de ti llegará la lluvia –. La golondrina voló de regreso, pero al igual que el gorrión, fue alcanzada por el rayo y el viento. Ni ella ni una sola gota de lluvia llegaron a la tierra yaqui.
Entonces, los líderes de la tribu, desesperados por no saber a quien más enviar decidieron mandar al sapo. Primero trataron de localizarlo en la laguna o "Bahkwam" como se le conoce de acuerdo a la tradición Yaqui. Una vez que lo encontraron llamándolo por su nombre "Bobok" le dijeron que fuera a una junta a un lugar cercano a Vícam. Ahí se encontraban los líderes principales de los ocho pueblos. El sapo se presentó y le dijeron :
– "Debes ir con el dios de la lluvia y rogar por que nos la mande" –
"Muy bien", dijo el sapo, "Con su permiso me retiraré para alistarme para el viaje de mañana. Espérenme a mí y a la lluvia". Se fue de regreso al Bahkwam y visitó a un amigo que era mago que le proporcionó unas alas de murciélago.
Al día siguiente, Bobok voló hacia las nubes y encontró al dios de la lluvia. Luego de saludarlo de parte de sus jefes, le dijo : "Señor, no trate tan mal a los yaquis. Envíennos un poco de agua para beber porque morimos de sed".
"Muy bien" respondió Yuku. "Adelante, no te preocupes, la lluvia te seguirá muy aprisa"
Bobok fingió partir pero realmente se metió bajo la puerta de la casa del dios de la lluvia. Después, el cielo se nubló, se vieron rayos, se oyeron truenos y comenzó a llover. La lluvia llegaba a la tierra pero no alcanzaba a Bobok. El sapo (ahora con alas) subió más arriba que la lluvia, diciendo : "Kowak, kowak, kowak".
La lluvia, oyendo al sapo, comenzó a caer de nuevo. El sapo dejó de cantar y la lluvia, pensando que Bobok estaba muerto, se calmó otra vez. Entonces, el sapo empezó a cantar de nuevo, yendo desde la lluvia hacia la tierra. Al fin la lluvia llegó a la región yaqui, todavía buscando al sapo para matarlo.
Llovía por toda la tierra y de repente hubo muchos sapos, todos cantando. Bobok devolvió las alas de murciélago a su amigo mago y vivió tranquilamente en su laguna Bahkwam.

Acerca de la muerte

Quien muere en Cuaresma no puede tener pompas fúnebres con fiesta, música, danzas y borrachera, hasta que pasa esta época. Sólo entonces puede el alma encontrar su camino para retornar a la casa del padre viejo, del ´ITOM ‘ ACHAI (padre nuestro en el idioma yaqui).
Con la evangelización el ritual de enterrar al difunto con sus pertenencias se modificó por el uso de calzarlos con sandalias nuevas y colocarles al lado una jícara con agua para el camino.
El cielo yaqui es la feliz llegada del espíritu a la casa con el Padre Viejo y donde lo esperan todos sus ancestros y antepasados, para lo cual es conveniente una fiesta por parte de los vivos para acompañar al difunto en su alegría. El dolor por la separación de un ser querido jamás debe manifestarse con llanto, pues esto haría que el espíritu perdiera el rumbo y se pudiera convertir en un eterno vagabundo, solitario y sin rumbo fijo (que podría considerarse como el infierno yaqui) El gozo o sacrificio después de la muerte no se deberán entonces a los méritos personales en vida sino como resultado de la actitud de los vivos y de la exactitud como se celebren los ritos.

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